Apoyando la inocencia en el reino de la viveza



La inocencia es una cualidad con la que los seres humanos llegamos a este mundo, la cual es muestra de pureza. Sin embargo, es una característica despreciada porque implica falta de experiencia o de exposición a la malicia, corrupción y demás aspectos "requeridos" para sobrevivir en la civilización. Parece que esta condición es entendida como una discapacidad.

La persona inocente es ciertamente la que se relaciona con sus semejantes partiendo de la premisa de que todos somos buenos “hasta que demostremos lo contrario" con acciones y palabras. Reiterando la posición de la sociedad, es ingenuo y débil aquel que confía y ayuda a los extraños. Sí se corre el riesgo de recibir un perjuicio o ser víctima de un engaño, pero va en contra de la fe, en contra del trato que deseamos que el prójimo tenga con nosotros.

Ahora viendo el camino desde la otra esquina, se enseña a los niños a ser astutos, hábiles, para evitar que se conviertan en presas de abusivos y buscapleitos. El escritor español Fernando Savater expresa esta idea de manera muy elocuente cuando menciona la charla entre dos madres. Una de ellas se expresa compadeciéndose de su hijo al decir “Pobrecito; es que es tan bueno”. Con base en esta declaración, ¿la bondad es una enfermedad?

Los políticos y funcionarios públicos condenan enérgicamente los actos corruptos, las gestiones dudosas y otros actos ilícitos. Irónicamente, se difunden rumores, noticias y denuncias en tribunales donde se vincula a estos personajes o a colegas sucios por participar en ellas. Así como existen los que se enriquecieron y jamás los descubrieron.

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La gente se asombra al encontrarse con una persona honrada, con alguien que sigue las reglas. A ese raro espécimen lo etiquetan como bobo, gafo, lento, ingenuo, etc. Así como se presenta el que lo elogia y le asegura que existen pocos individuos que obren de esa manera y le aconsejan con admiración que se mantenga limpio y honorable. Asevera que la inocencia y sus militantes son los que salvarán a la raza de la damnación.

Muchas mujeres aseguran que quieren a su lado a un hombre que las quiera, respete, valore, y les haga sentirse especiales. Paradójicamente, algunas frecuentan y/o terminan eligiendo a patanes infieles que las maltratan, mientras que el caballero y romántico les fastidia. Entonces, ¿qué es lo que realmente quieren? ¡Ojo! Miembros de ambos sexos son propensos a recorrer este mismo camino. Esta es otra distorsión de criterio originada por la cultura de la viveza y la malicia.


El inocente es aquel que confía, el que otorga el beneficio de la duda al que está condenado por errores cometidos y por comentarios y críticas de terceros (ciertos o inventados y exagerados), es posible que se porte bien con quien le dé otra oportunidad. El indulto y la amnistía son simples opciones para el perdón y el olvido de las ofensas. 

Lamentablemente, los maliciosos interpretan la nobleza con ingenuidad y estupidez; y ahí es donde juegan un rol importantísimo el carácter y la experiencia ante los abusos y la “viveza”.

Miguel de Unamuro, escritor y filósofo español expresa en su fábula “Juan Manso: cuento de muertos”, publicada en el Nervión Supremo Literario de Bilbao, el extremo viciado de la concepción de una persona buena. ¿Cuándo es correcto decir “ya basta”? En el momento que las personas que aceptan el gesto de caridad, altruismo o generosidad lo asumen como un derecho adquirido. Basta que se deje de realizar un gesto para que se tome en cuenta y se reconozca su importancia.

Jesucristo enseñó a sus discípulos a “poner la otra mejilla” ante una ofensa. Es una extraordinaria lección porque no deben propagarse más reacciones violentas. No obstante, ¿cuándo no es aceptable poner la otra mejilla? Cuando los demás dan por un hecho que no duele la bofetada. 

Santo Tomás de Aquino sustenta que “el amor a sí mismo es un elemento que constituye un principio fundamental de la moralidad". Y sobre esta idea, los abusivos reiterarán en su proceder hasta que el vejado ataje esa mano desagradecida en pleno trayecto.

La batalla por la supremacía en el planeta la están ganando los antivalores. ¿Por qué se festeja y se anhela la actitud tramposa y la agudeza visual que detecta los puntos débiles de los demás? Se felicita al que burló una regla y eludió un castigo y al que desecha la ética.

La paradoja de considerar, por una parte, a la malicia como  una fortaleza y a la bondad y la inocencia, como debilidades es las manchas que distorsionan la visión de lo correcto y  es la creencia que reina el mundo adulto. “El Principito” de Antoine Saint-Exupéry emite una frase adecuada para definir esta posición: “Las personas mayores son muy extrañas”.

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Las dificultades implantadas por la burocracia son el método preferido para beneficiarse de la necesidad de las víctimas de este abuso y reducir el acceso; inclinando más la pendiente para el viajero fatigado por alcanzar la cima de la colina del correcto proceder.

El objetivo de este escrito es promover y reforzar la cultura de la inocencia como un don, como la condición que debe ser la norma, en lugar de ser la peculiaridad o un rasgo deplorable. Al contrario del status quo, es necesario que se enseñe a través de acciones, testimonios y convicción. La inocencia, fortalecida con carácter, experiencia y ética, puede purificar a la humanidad. Solamente, hace falta demostrarlo. ¡Hay que empezar cuanto antes!


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